Por James M. Shannon
Diez años después de los ataques del 11/9, los estadounidenses saben exactamente a qué se refiere Nesbo. Es duro recordar ahora cómo era de diferente la vida antes de ese día, cuando los aviones secuestrados se estrellaron en las torres del World Trade Center, el Pentágono y en un campo de Pensilvania, y no se trata solo de las medidas de seguridad en aeropuertos y de las telas metálicas que cubren los edificios de oficinas de altura lo que muestra el cambio. Todos nosotros estamos mucho más conscientes y más cautelosos. Hechos inocentes desencadenan posibilidades extremas de maneras en las que antes no lo hacían. Tal vez esos miedos se disiparán con el transcurso del tiempo, aunque para todos los que tenían una edad suficiente como para comprender lo que estaba sucediendo, el 11/9 nunca desaparecerá totalmente de la memoria.
Los incidentes del 11/9 también marcaron el inicio de una serie de vigorosas acciones para la revisión de los pasos prácticos que podrían seguirse para evitar nuevos ataques o mitigar el daño en caso de que ocurrieran. Dichas actividades eran muy familiares para la NFPA, debido a que el proceso de aprender de la tragedia y aplicar esas experiencias para encontrar maneras prácticas para salvar vidas ha sido en gran parte lo que siempre hemos hecho.
Las recomendaciones del Informe de la Comisión del 11/9 que fueron adoptadas como ley incluían la directiva de que la NFPA 1600®, Manejo de desastres/emergencias y programas para la continuidad de los negocios, sea la norma nacional de preparación para emergencias. Este documento de planificación básica constituye una práctica hoja de ruta para la planificación para emergencias para todas las organizaciones. Pero el uso de la norma NFPA 1600 ha sido menos uniforme de lo que esperábamos; en los niveles más altos del gobierno, el interés en el fomento de una mayor preparación para desastres ha disminuido a medida que han crecido los desafíos fiscales.
Hemos visto la misma respuesta irregular al esfuerzo de mejorar los equipos, el entrenamiento y el trabajo de los cuerpos de bomberos. Desde el 11/9, la NFPA ha publicado tres evaluaciones del servicio contra incendios de la nación. El Congreso ha continuado con el financiamiento del Fire Grant Program (Programa de Becas para Protección contra Incendios) con el fin de cerrar la brecha de las necesidades críticas, tales como entrenamiento y equipos, aunque el esfuerzo general ha caído muy por debajo de las expectativas. Nuestra evaluación más reciente muestra que aún queda mucho por hacer para que los servicios de emergencia de nuestra nación alcancen el nivel que la prudencia básica requiere. Existe una amenaza real acerca de que esta asistencia federal será víctima de los déficits presupuestarios, aún cuando los estados y comunidades locales recorten sus propios aportes a los cuerpos de bomberos.
Están aquellos que dicen que 10 años después del 11/9, y con Osama Bin Laden finalmente muerto, es momento de dejar de vivir nuestras vidas como si otro ataque fuera inminente. Concuerdo con ello. Pero nunca es momento de ignorar las lecciones que podrían salvar vidas, y nunca es correcto que la sociedad actúe imprudentemente con respecto a la protección de la seguridad pública. Diez años después, nuestra deuda es el compromiso continuo con todos aquellos que perdieron la vida el 11/9, especialmente los bomberos y otros socorristas de emergencia, a fin de asegurarnos de que lo que hemos aprendido de su sacrificio se aplicará en la mayor extensión posible en evitar que otros tengan que experimentar algo como esto nunca más. Eso es lo más cerca que podemos esperar estar del camino para retornar a la manera en que estábamos antes.
James M. Shannon es presidente de la NFPA
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