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Ningún lugar a donde ir

Fines de abril de 2011: La Base McMurdo se prepara para el largo invierno austral. El sol no volverá a aparecer nuevamente hasta fines de agosto. (Fotografía: Ken Klassy)

La seguridad contra incendios es una constante preocupación en la Base McMurdo de la Antártida, un centro de investigación situado a 1,300 km del Polo Sur.

La Base McMurdo de la Antártida es uno de los centros de investigación más aislado del mundo. Para los científicos y el personal de soporte de la estación, la seguridad contra incendios es un asunto serio.

A las 5:30 a. m. del 2 de diciembre de 2010, el turbocompresor se desintegró en el motor número cuatro de la planta de energía de la Base McMurdo, un puesto de investigación encaramado en el borde de la Antártida. Las piezas del turbocompresor estallaron dentro del motor, que expulsó combustible a chorros sobre el colector de escape, generando poderosas llamas. El sistema de alarma se activó y se notificó a los bomberos de la estación y a los técnicos de incendios. Un incendio en la planta de energía era un asunto serio y todos se preguntaban qué tan malo sería.

Podía ser muy malo en McMurdo, dado que la supervivencia de la base depende de su capacidad de producir su propia electricidad. La pérdida de la planta de energía podía significar que no haya calefacción, luz, ni comunicaciones para los 1,000 científicos y personal de soporte que trabajan en una base científica de los Estados Unidos remota y aislada en el continente más frío, más seco y más ventoso de la tierra. Salvo por una evacuación de emergencia a cargo de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, no hay ningún lugar a donde ir. La civilización “normal” más cercana, Nueva Zelanda, está a 5 horas de vuelo —una distancia de 2,400 millas (3,862 kilómetros)— que en su mayor parte debe realizarse sobre un océano congelado; e incluso en los meses de verano el clima puede ser impredecible, en algunos casos con una demora de días en los vuelos.


La seguridad se toma extremadamente en serio en McMurdo y la protección contra incendios es lo más serio de todo. Hay dos estaciones de incendio completas y los códigos de la NFPA se aplican de manera extensiva en toda el área de las instalaciones. Un equipo especial de técnicos en incendios contempla una gran cantidad de aspectos relacionados con la seguridad contra incendios y se cuenta con planes adecuados para actualizar la red de comunicaciones de protección contra incendios de la Estación.


En la mañana del 2 de diciembre, sin embargo, todo lo que importaba era que estaba ocurriendo un incendio, potencialmente de muy grandes dimensiones, en la planta de energía. No hacía falta explicarle a nadie qué era lo que estaba en juego.


Amenaza de incendio con un frío intenso. El frío es una condición constante en la Antártida. En agosto, durante el intenso frío del invierno, las temperaturas en McMurdo oscilan entre una temperatura alta promedio de -9 °F (-23 °C) y una temperatura baja promedio de -25 °F (-32 °C), y además siempre está oscuro. Las tareas más simples que se realicen a la intemperie, como el manejo de herramientas o incluso caminar, se transforman en complejos desafíos. En enero, en pleno verano, el promedio de las temperaturas altas es de 31 °F (-0,5 °C) y el promedio de las temperaturas bajas es de 22 °F (-5,5 °C), y el sol nunca se pone. Así y todo, en McMurdo el clima es templado, en comparación con gran parte del continente, donde habitualmente se observan temperaturas de -100 °F (-73 °C) o incluso más frías en invierno. Los vientos pueden llegar hasta las 200 millas (322 km) por hora. La elevación promedio del continente es de 8,200 pies (2,499 metros) sobre el nivel del mar, y en su parte más gruesa, el hielo de la Antártida tiene una profundidad de tres millas (cinco kilómetros). Aún así, la caída de nieve anual promedio es de solo dos pulgadas (cinco centímetros). Las tormentas pueden durar días, pero mayormente redistribuyen detritos y nieve vieja, y no depositan nueva. En los Valles Secos de McMurdo raramente hay alguna precipitación.

La Base McMurdo, ubicada en el extremo sur de Ross Island, sobre la costa del Estrecho de McMurdo, así llamada por el Teniente Archibald McMurdo, del H.M.S. Terror, que fuera el primer buque con el que se consiguió cartografiar el área en 1841, bajo el mando del explorador británico James Clark Ross. Otro explorador británico, Robert Falcon Scott, fue quien primero estableció una base en las cercanías, en 1902. El sitio, compuesto por roca volcánica, es el terreno desnudo más austral de la Antártida al que puede accederse por barco. Desde la Estación, las Montañas Transantárticas son claramente visibles, como lo es el Monte Erebus, el volcán activo más austral conocido.


Los Estados Unidos oficialmente abrieron su primera base en McMurdo en 1956. McMurdo es una base científica operada por el Programa Antártico de los Estados Unidos (USAP, por sus siglas en inglés), que depende de la National Science Foundation (NSF – Fundación Nacional de Ciencias). El USAP respalda la investigación científica en la Antártida, a fin de expandir los conocimientos de la región y promover la investigación sobre problemas globales y regionales de importancia científica actual. McMurdo es también el punto de partida de los científicos que se dirigen a la Base Amundsen-Scott del Polo Sur, situada a 830 millas (1,336 km) del Polo Sur geográfico.


McMurdo es la comunidad más grande de la Antártida. Además de las instalaciones científicas y 10 dormitorios, los más de 100 edificios de McMurdo albergan tres bares, una capilla, un gimnasio, una barbería, un centro médico, plantas de agua, energía y cloaca, una biblioteca y el único cajero automático del continente. Más de 1.000 personas viven allí durante el verano del hemisferio sur (austral), desde octubre hasta febrero, muchos de ellos científicos en su camino hacia los campamentos tierra adentro. También hay cientos de miembros del personal que mantienen activa la ciudad, entre ellos cocineros, plomeros, encargados de limpieza y mantenimiento y técnicos en incendio. La población se reduce a menos de 200 “habitantes de invierno”, quienes mantienen las instalaciones durante los oscuros meses que van desde marzo hasta agosto.


La seguridad contra incendios constituye una preocupación constante. Algunos de los edificios de McMurdo datan de la década del ’50 y están construidos de madera —fueron creados como edificios temporarios, aunque han sido remodelados para transformarlos en permanentes— y están ubicados a escasas distancias entre sí, lo que genera el riesgo de propagación de incendio, agravado por el implacable viento. Todos los empleados reciben entrenamiento continuo en seguridad; los gremios realizan anualmente sesiones de entrenamiento en seguridad en Denver, Colorado, antes de partir hacia la Antártida. En la Estación, se requiere que todos los empleados asistan a las reuniones de seguridad semanales, en las que la prevención de incendios y las operaciones de extinción son temas frecuentes de la agenda. No se permiten llamas abiertas, como velas e incienso, en ninguno de los edificios, incluida la capilla. Al comienzo de cada temporada se dispone de arquetas para que el personal pueda entregar todo artículo ilegalmente ingresado que esté relacionado con fuego. Se permite fumar solo en edificios de metal ventilados, especialmente asignados. Se requiere de un permiso especial para trabajos tales como soldadura.


McMurdo cuenta con diversos tipos de sistemas de detección y supresión, tanto viejos como nuevos. De acuerdo con Mark Campbell, especialista en protección contra incendios del USAP, no es la intención contar con la última tecnología en McMurdo. Debido a su ubicación remota, y al hecho de que haya más de 100 estructuras para proteger, es preferible contar con la coherencia y el menor mantenimiento que conllevan lo que Campbell describe como “lo probado y verdadero”. Un mantenimiento mínimo es esencial, dado que los suministros normalmente se entregan solo una vez por año en el buque de aprovisionamiento anual. Ello significa un plazo de entrega de dos años para las piezas; las baterías pueden estar viejas para el momento en que llegan. En raras circunstancias, las piezas críticas se envían desde Nueva Zelanda.

Para detección, todos los edificios cuentan con detectores de humo convencionales. Las plantas de energía y agua —las más críticas para la supervivencia humana— están equipadas con sistemas algo más sofisticados. Todas las estructuras cuentan con sistemas de rociadores de tubería seca simple; no hay sistemas húmedos debido al riesgo de congelamiento. También se provee de sistemas de supresión adicionales para riesgos específicos en algunos edificios. El Crary Lab, instalaciones de investigación con tecnología de vanguardia, y las instalaciones de mantenimiento de vehículos cuentan con sistemas de halón del tipo más antiguo, aunque hay planes para el futuro que permitirán convertirlos al sistema FE-13 que reemplaza el halón. Las salas esencialmente limpias y de computación ya están equipadas con sistemas FE-13. En la planta de energía, hay un sistema de supresión de CO2 instalado sobre los generadores.

Hay dos estaciones de bomberos completas en McMurdo, una "en la aldea" y otra en el aeródromo. Ambas están tan completamente equipadas como los cuerpos de bomberos regulares de los Estados Unidos. Entre las dos estaciones, hay un total de 30 a 40 bomberos durante la temporada de verano, cuando la ocupación es mayor, y alrededor de una docena en invierno. Los 14 vehículos incluyen tres camiones de bomberos “estructurales” estándar, dos ambulancias, siete vehículos para combate de incendios en aeronaves y dos vehículos utilitarios. Tres de los vehículos para aeronaves están montados sobre plataformas deslizantes, mientras que los otros están adaptados para desplazarse sobre hielo con orugas, en lugar de neumáticos.

A pesar de los riesgos de incendio, siempre presentes en la Estación, no se han registrado heridos ni víctimas fatales en McMurdo. Si bien ha habido unos pocos incendios de dimensiones considerables durante el transcurso de los años
, la mayoría de los incidentes fueron de pequeña envergadura. Los incendios en vehículos ocurren cada dos años y el problema más persistente son las falsas alarmas —una o dos por día— activadas por las máquinas de pororó, tostadoras y empleados que accidentalmente chocan contra las estaciones manuales de alarma.


Cumplimiento realidad. Un equipo de cuatro técnicos en incendios componen la dotación de personal de McMurdo durante la temporada de verano; y uno o dos durante el invierno, según la cantidad de proyectos que tengan que completarse. Los técnicos en incendios de la Antártida tienen que ser muy versátiles; responden a las alarmas junto con el cuerpo de bomberos, y tienen a su cargo el manejo y la reparación y mantenimiento de todos los sistemas de detección y supresión de la Estación. Su lema es, “Si no lo ha visto antes, apréndalo rápido".


Los técnicos en incendios de McMurdo cuentan con una experiencia considerable y variada en la industria. Deben tener al menos una certificación de Nivel 2 del Instituto Nacional de Certificación en Tecnologías de Ingeniería (NICET, por sus siglas en inglés). También reciben una certificación y entrenamiento en fábrica sobre diversos productos, y un entrenamiento interno sobre los equipos y procedimientos específicos del USAP. Muchos de los técnicos tienen una certificación de Nivel 4 en múltiples áreas, tales como alarmas de incendio, rociadores, riesgos especiales, y disposición y diseño de rociadores. Además, están involucrados en el entrenamiento en procedimientos de seguridad para el personal de la Estación, especialmente en los sitios de tareas.


Uno de esos técnicos en incendios es Wayne Overby. Overby llama a Portland, Oregon, hogar, aunque no pasa allí mucho tiempo. Cuando no está en McMurdo, se desempeña como técnico en incendios para un contratista del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, en las Islas Marshall. Certificado en NICET Nivel 3, se ha desempeñado durante cuatro temporadas de seis meses en la Antártida. Lo conocí a Overby durante la temporada de verano 2008/2009 de la Antártida, cuando ambos trabajábamos en el Edificio 155. Este es el edificio central para el personal de la base e incluye un dormitorio, una barbería, una cocina comercial y un comedor en el que se sirven 3,000 comidas por día. Yo era técnico en servicios públicos y pasé mucho tiempo en un charco durante esa temporada, intentando reparar un lavamanos que presentaba fallas, situado afuera del comedor de la comunidad. (Dada la preocupación en la prevención del contagio de resfríos y gripes, se requiere que todos se laven sus manos antes de ingresar en el comedor.) Mi tarea consistía en lograr que las canillas se abrieran cuando un sensor detectaba la presencia de una mano y que se cerraran cuando el sensor no detectaba ninguna mano. Durante mucho tiempo, hicieron exactamente lo contrario.


Mientras yo manipulaba la plomería, Overby estaba ocupado intentando llegar al fondo de un problema persistente con alarmas no deseadas en el dormitorio del Edificio 155, que puede albergar a más de 280 personas. En cualquier momento del día o de la noche, repentinamente se activaba la alarma de incendio, y las personas se levantaban fatigosamente de sus camas para ponerse sus pesadas botas, cerraban el cierre de sus parcas sobre sus batas y con dificultad caminaban una vez más para salir a encontrarse con las poco gratas condiciones, en las que de mala gana se amontonaban bajo el frío y el viento. El problema había continuado durante más tiempo que el que uno podía recordar y Overby había estado trabajando en ello de manera intermitente durante dos temporadas. De acuerdo con sus estimaciones, el Edificio 155 experimentaba de dos a tres alarmas indeseadas por semana.

Luego de varias semanas en la búsqueda de alguna solución al problema, finalmente consiguió superar el obstáculo. “Observé que el dispositivo puente de detección de fallas a tierra estaba instalado, pero al presionar la placa base, podíamos hacer que una falla a tierra apareciera en el panel”, expresó. Aparentemente alguien había quitado la referencia a tierra de la parte trasera del panel para hacer que pareciera que la detección estaba funcionando, cuando no era así—todo lo que hacía era generar falsas alarmas.


Overby reemplazó la placa base y encontró múltiples fallas a tierra de campo dentro de una hora o un plazo similar.


“Hubiera sido más fácil ajustar los problemas de campo que lo que hicieron para ocultarlos”, dijo. “Lo importante es que luego de todos estos años, el sistema no provocó más falsas alarmas en el Edificio 155.”


No todas las alarmas indeseadas fueron el resultado de una falla a tierra. El personal de McMurdo trabaja seis días por semana y a veces necesita desahogarse. Overby recuerda un par de alarmas maliciosas que se activaron durante los fines de semana de vacaciones. “Ambas fueron en la misma estación manual del dormitorio, dentro de la primer hora después del cierre de los bares”, expresó. “Con la segunda alarma, en la Nochebuena, dejaron una nota que decía "Feliz Navidad". Contábamos con la debida vigilancia para un posible tercer episodio. Quien lo había perpetrado o aprendió o no pudo repetirlo una tercera vez".


En ningún otro lado es el lema de los técnicos “aprenda rápido” más apropiado que en la aplicación de los códigos de la NFPA. A pesar de la presencia de una tecnología más antigua, todos los sistemas deben cumplir con los códigos y normas de la NFPA más recientes. Campbell, el especialista en protección contra incendios del USAP, trabaja con el equipo de técnicos en incendios para asegurarse de que se cumpla con lo establecido en los códigos aplicables. “Aplicamos estrictas normas de instalación y diseño”, sostiene. “Cuando no podemos cumplir, los técnicos en incendios solucionan el problema con materiales o métodos alternativos. Su tarea es satisfacer la intención del código. Mi tarea se transforma entonces en la creación de documentación que avale las soluciones que ellos brindan”.


En la Antártida, dice Overby, existe el cumplimiento, y entonces existe la realidad. “NFPA 72®, Código Nacional de Alarmas de Incendio y Señalización, menciona que cuando cerramos un edificio durante el invierno, tenemos que quitar los dispositivos de detección, de manera que los componentes electrónicos no estén sujetos a temperaturas fuera del rango recomendado de 40 °F a 120 °F (4 °C a 49 °C). Pero en la realidad no podemos hacer eso todas las temporadas. Así que cada año cuando calefaccionamos un edificio, lo hacemos con una actitud minuciosa con el fin de garantizar que todos esos sistemas funcionen".


Incluso los elementos fundamentales de los códigos pueden verse afectados por el frío de la Antártida. “Se quiebra luego de alcanzar un determinado punto", expresa Overby, refiriéndose a otra disposición del NFPA 72 sobre la altura de colocación de los dispositivos de detección. “También prestamos servicios en la Base del Polo Sur cuando el clima se vuelve realmente frío. Si el calor generado por un incendio se enfría antes de llegar al cielorraso, no importa lo cerca que estén sus dispositivos de detección.

McMurdo actualmente usa un sistema transmisor de radio, sujeto a las disposiciones del NFPA 72, para la interfaz de retorno de todos los sistemas de protección contra incendios a la estación de bomberos. Se ha desarrollado un plan para reemplazarlo por un nuevo sistema inalámbrico que sea más sólido y más económico en su mantenimiento. “Queremos comenzar en uno de los lados de la estación y abrirnos camino, eliminando y reemplazando los componentes de manera que antes de que finalice la temporada tengan una interfaz de usuario completamente nueva", dice Overby. Por motivos presupuestarios, sostiene, este proceso será llevado a cabo durante varias temporadas, y ambos sistemas tendrán que mantenerse operativos durante toda la transición. “Nuestros pasos tendrán que ser algo elaborados”, expresa Overby, “dado que la estación de bomberos no dispone de una superficie que permita alojar ambos sistemas simultáneamente".


Además del NFPA 72, el personal de McMurdo confía plenamente en lo establecido en NFPA 70®, Código Eléctrico Nacional, y en NFPA 101®, Código de Seguridad Humana. Otros código desempeñan roles clave en el mantenimiento de un rango de equipos en McMurdo en perfectas condiciones de funcionamiento. Dado que el sistema de comunicaciones de la estación tiene una misión crítica para la supervivencia y para la transmisión de datos científicos a los Estados Unidos, se aplica estrictamente lo establecido en NFPA 75, Norma para la protección de equipos electrónicos procesadores de datos por computadora, y en NFPA 76, Norma para la protección contra incendios en establecimientos de telecomunicaciones. NFPA 10, Norma para extintores portátiles, constituye también un código importante para McMurdo. Determinados bomberos son entrenados y certificados para el mantenimiento y reparación de los extintores portátiles, aunque en su país esto es llevado a cabo por las compañías de extintores de incendios. Todos los empleados de McMurdo participan regularmente del entrenamiento en extintores de incendio.

Los extintores de incendio tienen una importancia trascendental en los ocho campamentos, esencialmente conformados por aldeas de carpas que alojan aproximadamente a 50 personas cada una, emplazadas para diversos fines de investigación durante el verano austral. Algunas están ubicadas a más de 1,000 millas (1,609 km), en el interior de la Antártida. No hay sistemas de supresión en los campamentos, y puede no haber un refugio alternativo. Pronto, varios de estos campamentos contarán con sistemas de supresión para campanas de cocina, sujetos a lo establecido en NFPA 17A, Norma para sistemas extintores con productos químicos húmedos, que serán instalados al comienzo de cada temporada, probados y desmantelados al finalizar.


“Un muy buen día para la seguridad humana” Se han planificado diversas mejoras para la detección en McMurdo. Se ha propuesto que el viejo y convencional sistema de detección sea reemplazado en toda la base por un moderno sistema análogo, en el que los detectores funcionen como recopiladores de datos para un panel central de cada uno de los edificios. Los umbrales del sensor, tales como los niveles de polvo que varían según el momento del día, serán programados en el sistema con el fin de aumentar la detección apropiada y reducir las falsas alarmas. Overby está particularmente entusiasmado con las funciones de prueba del nuevo sistema; en lugar de tener que desplazarse por un edificio para inyectar manualmente humo en cada uno de los detectores, un técnico simplemente presionará un botón del panel central del edificio para generar un registro impreso de los niveles de sensibilidad de cada uno de los detectores. “Ello debería ahorrar gran parte de los dificultosos recorridos", dice Overby.


Él no estaba exactamente en un dificultoso recorrido de regreso el 2 de diciembre cuando sonó la alarma por el incendio en la planta de energía, pero no importa lo rápido que fuese Overby, parecía que no podría llegar a la planta lo suficientemente deprisa. Aún mientras Overby y los otros técnicos en incendios corrían hacia el incendio, sin embargo, los sistemas de protección de la planta estaban comprometidos. Dado que la planta de energía es crítica para la estación, cuenta con cinco sistemas de supresión y detección separados vinculados entre sí mediante una secuencia de operaciones. Los sistemas de detección incluyen un sistema de muestreo o aspiración de aire, sujeto a lo establecido en NFPA 72, y un sistema de alarma de incendio para todo el edificio, lo que incluye sistemas automatizados de detección de calor y humo, y estaciones manuales. La supresión incluye un sistema de supresión de CO2 y una descarga extendida de CO2 para enfriar los colectores de los generadores en caso de derrame de combustible, ambos sujetos a lo establecido en NFPA 12, Norma para sistemas extintores de dióxido de carbono, y un sistema de rociadores de acción previa de doble enclavamiento sujeto a lo establecido en NFPA 13, Norma para la instalación de sistemas de rociadores. Integrado dentro del sistema total está el cierre automatizado de la circulación de aire y de combustible.

Si bien el incendio en la planta de energía fue algo tan negativo, podría haber sido mucho peor. Una computadora automáticamente registra todo lo que sucede en los sistemas integrados de supresión y detección, junto con el momento de cada uno de los eventos. El registro del 2 de diciembre muestra que el operador de la planta de energía que estaba en funciones accionó la alarma manual un segundo antes de que el sistema de detección automático hiciera su tarea. Se arrojaron alrededor de 1,400 libras (635 kg) de CO2 sobre el intenso fuego, que se extinguió en 30 segundos. Otras 300 libras (136 kg) de CO2 se aplicaron mediante goteo sobre el colector durante otros cuatro minutos, con el fin de evitar la reignición. Dos minutos después de habérseles informado que todo estaba en orden, Overby y los otros técnicos en incendios hicieron que la planta fuera restaurada para operar con los cilindros de respaldo.

“Recién habíamos diseñado ese sistema y todo funcionó de manera impecable", dice Overby. “Todo podría haber salido muy mal, así que lo consideramos como un triunfo. Fue un muy buen día para la seguridad humana”.


Carol Fey es entrenadora de técnicos y redactora en Carol Fey & Associates de Littleton, Colorado. Puede ser contactada en www.carolfey.com.

Crary Lab: Centro de ciencias de la Antártida — Carol Fey El Centro de Ciencias e Ingeniería Albert P. Crary de McMurdo lleva su nombre en honor al geofísico y glaciólogo Albert P. Crary (1911–1987), la primera persona que pisó los polos Norte y Sur. Conocido simplemente como Crary Lab, el edificio es el centro de ciencias del Programa Antártico de los Estados Unidos, con una superficie de 46.500 pies cuadrados (4.320 metros cuadrados). Brinda soporte al monitoreo ambiental, mecanismos para manejo de nieve y hielo, meteorología, geología, biología, geofísica, química y operaciones de buceo para más de 500 científicos por año.

Crary es único, incluso para la Antártida. Asignado en 1991, fue construido con un costo de $23 millones de dólares, y el mismo contiene otros millones en equipos, entre ellos instrumentales de alta tecnología, como un espectrómetro de masas. El edificio está diseñado para resistir vientos de más de 130 millas (209 kilómetros por hora, y temperaturas muy bajas—de hasta -65 °F (-54 °C). Crary fue ubicado exactamente sobre su sitio actual, a fin de alinearlo con los vientos predominantes, a fin de minimizar la acumulación e infiltración de nieve. Las gruesas puertas exteriores se cierran y traban exactamente igual que aquellas de un congelador comercial. En su interior, el laboratorio contiene espacio para trabajar, instrumentos de última generación, y áreas de reunión para una amplia gama de disciplinas científicas.

Además de un sistema de alarma de incendio regular y general para el edificio, Crary está protegido por dos sistemas de supresión diferentes: un sistema de rociadores de acción previa, sujeto a lo establecido en NFPA 13, Norma para la instalación de sistemas de rociadores, y un sistema de halón que cumple con lo especificado en NFPA 12A, Norma para sistemas extintores con halón 1301. El sistema de rociadores se usa en todas las áreas del edificio, excepto donde se almacenen productos químicos o electrónicos. En esas áreas donde efectivamente se almacenan productos químicos o electrónicos, hay un sistema de supresión de halón no hidráulico. Si bien el halón es actualmente reconocido como un agente que agota la capa de ozono, el sistema se mantiene debidamente instalado en McMurdo debido a que es efectivo, y sería costoso y complejo reemplazarlo. El sistema de halón será quitado cuando ya no pueda cumplir con los requisitos de las pruebas y será reemplazado por un sistema FE-13 de agentes limpios, sujeto a lo establecido en NFPA 2001, Sistemas de extinción de incendios mediante agentes limpios.


Mientras me desempeñaba como técnico en servicios públicos en Crary, se encontró una falla en el tanque de presión para protección contra incendios del edificio, lo que significaba que el edificio estaba sin un sistema de supresión. Un soldador podía repararlo, pero en el lugar no se contaba con equipos de protección personal (EPP) adecuados para el ingreso en un espacio confinado. Durante las semanas previas al momento en que los equipos de protección personal podían ser enviados desde Christchurch, Nueva Zelanda, el edificio estuvo bajo una vigilancia de seguridad contra incendios continua durante las 24 horas, lo que requería que uno de los empleados tenía que recorrer constantemente las salas, en alerta ante la presencia de un incendio. Transcurrimos esas semanas de alta ansiedad sin que se produjera un incendio en Crary, aunque me sentí enormemente aliviado de no haber sido designado para las tareas de vigilancia de seguridad contra incendios.EE

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